El inicio del verano es el mejor momento para hacer mudanzas o limpiezas, es también buena temporada para la compra de bibliotecas. Ayer hicimos tres compras en la librería a lo largo de la mañana: pilas y pilas de libros por limpiar, clasificar y ordenar que llenaron los pasillos.
El arduo trabajo impidió que terminara las fotos de la entrada que tenía pensada para el día de hoy: las editoriales que se formaron luego del exilio español de 1939.
Quiero dedicar además una entrada especial a Alejandro Finisterre, inventor del futbolín, entre otras útiles maquinarias, además impresor, y peculiar editor.
También ha quedado pendiente la segunda parte de Vicente Rojo. Cada semana separo más y más libros de sus geniales diseños, da para un libro completo, y por qué no.
Las bibliotecas que compré son muy interesantes. Una me provoca una reflexión sobre para qué comprar libros: ¿para qué? Para qué conservarlos y lo que sucede con ellos después de la muerte del propietario: un misterio del comportamiento humano. Otra compra fue la de cinco grandes tomos de planos arquitectónicos de principios del siglo XX. Bellos edificios art deco y nouveau en fotograbados de gran formato con todo y sus planos. Esta semana he tenido en la mente un libro de arquitectura contemporánea que estoy planeando para la editorial. Ambos trabajos, la planeación del libro y la compra de estos hermosos tomos antiguos, se han combinado en mi cabeza en las últimas horas. Demasiado.
Como decía mi mamá: lo primero es lo primero y lo segundo es lo segundo, así que hoy me dedicaré a tomar una pausa dominguera para despejar la cabeza y sacar la próxima semana uno a uno todos los trabajos pendientes.
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