Gran admiradora de la rusa soviética y el pensamiento socialista, mi mamá siempre tuvo en su escritorio un retrato de Lenin, después lo llevó a la librería y mi hermano y yo decidimos conservarlo. En diferentes momentos de nuestras tardes libreras, mi mamá nos mostraba a mis hermanos y a mí la belleza de las ediciones rusas. Maestra de matemáticas, tenía una buena colección de los libros de las editoriales MIR y Progreso. Admiraba, además de los cifrados contenidos de los que yo puedo hablar poco, la calidad del papel, la belleza de la tipografía y el cuidado de la impresión, muchas veces en dos y hasta tres tintas para resaltar los resultados matemáticos. Por supuesto que en la bodega hizo una linda selección de autores clásicos rusos en editoriales soviéticas: Pushkin, Gorki, Dostoievsjky, Chejov. Son libros muy comunes, porque parte del propósito de la expansión cultural soviética fue la difusión de su cultura en todos los idiomas posibles. Suele haber varios ejemplares de estos autores en todas las librerías de viejo de la ciudad de México, me imagino que en las de todo el mundo. Son libros de fácil encuentro en las mesas de ofertas: ya llévense a Gorki, por favor. Es probable que en la librería tengamos unos veinte ejemplares de La madre. Son bellas ediciones en pastas duras, con grabados y diseños hermosos sobre la tela de sus cubiertas. Los mejor conservados tienen camisas perfectas.
Hace poco Alejandro y yo nos mudamos a una casa nueva. Parte de la maravilla que significa vivir con él radica en la feliz unión de nuestras bibliotecas. Nuestros libros, sin embargo, sufren amontonados, envueltos en plástico, hasta que se acomoden nuestros espacios. Cada vez que abrimos algún paquete, brincamos de felicidad de ver lo que sale. Esta vez, recordé mis pequeños libros soviéticos. Diez folletos de 1939 que enaltecen las bondades del sistema: industria, navegación, trenes, agricultura, artesanía. De tipografía perfecta, con viñetas adecuadas, fotografías increíbles del constructivismo. Qué maravilla los rusos. Me acordé también, del gran poema a Lenin escrito por Mayakovski. Hicimos un acomodo en la vitrina de La Carpintería MX (Alex me la dio después de su exposición en Casa del Lago y la publicación de Amidakuji) con estos libros y un catálogo de los diseñadores rusos Osten Gruppe. Geniales los rusos, antes y después, mucho qué aprender.
De los libros que sacamos, salió Cartas de París, de Alexander Ródchenko (La Fábrica, 2009). Se trata de la correspondencia que sostuvo con Stepanovna, su madre y otros camaradas los tres meses que estuvo en París mientras montaba el Pabellón para la Gran Exposición Universal de 1925. Dejo aquí su descripción del Club Obrero al terminarse. Impecable, brillante y blanco. Ya me imagino las maravillas que pudieron leerse ahí.
…Bueno, el club ya está acabado, te mando las fotos. De verdad es tan sencillo y limpio y luminoso, que no querrías que se manchara. Todo está acabado en brillante Ripolín, con mucho blanco, rojo y gris… Cada día se reúnen ahí los rusos y leen libros y revistas, a pesar de que la entrada esta cerrada con una cuerda.
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